Hoy por la radio le he oído a Juan Luis Arsuaga explicar el asunto del celo estacional de muchos animales que tienen disparadas solo un tiempo las hormonas del apareamiento, como los ciervos que ahora están en la berrea, de forma que las crías de estos enlaces nacerían en primavera, cuando ya abunde el alimento.
Eso se da en las zonas de la tierra donde hay estaciones diferentes como Europa, al menos mientra no cambie el eje de la tierra y siga con esa inclinación de 23,5 grados respecto al plano de rotación alrededor del sol
Como estos animales llevarán más de 10 millones de años en nuestras latitudes les ha dado tiempo a adaptar su comportamiento hormonal a lo mas adecuado, mediante las mutaciones y la seleccion natural de los mas aptos.
Nosotros en cambio vinimos hace de Africa hace no mas de 100.000 años. Allí en la sabana ecuatorial no hay grandes diferencias de estaciones, y por eso nos podíamos permitir tener hijos en cualquier época del año y estar en celo permanentemente.
En estos 100.000 años en Europa, Asia y otras latitudes con estaciones habrán pasado unas 4000 generaciones (a 25 años por generación): cada uno de nosotros es el fruto de 4000 kikis afortunados. En ese periodo nos ha dado tiempo de aclarar nuestra piel, ya que saldríamos de Africa siendo negros, pero eso no era una ventaja al pasar a zonas menos soleadas, así que nos fuimos aclarando, algunos hasta ser los rubicundos nordicos. Pero no nos ha generado un cambio en el periodo continuo de celo, ya que también hemos conseguido con nuestro progreso que no se nos mueran las crías nacidas en invierno.
Por lo que sabemos nuestros antepasados eran grupos pequeños, y tanto kiki dentro de la tribu, hubiera llevado a una degeneración genética por la endogamia, así que supongo que el robar o cambiar mujeres (o varones) con otras tribus estaría bien visto. Seguramente eran más sanos los hijos que se conseguían con algún progenitor externo, que los nacidos entre miembros de la tribu.
En cambio las monarquías se han basado en la endogamia, ya que procuraban casarse entre casas reales, bien para conseguir objetivos políticos o para mantener su estatus de sangre azul.
Esto ha conducido a la degeneración progresiva de los miembros reales, siendo el caso extremo nuestro Carlos II de la casa de Austria. Los Borbones también han manifestado muchas veces sus limitaciones, pese a que alguna como Isabel II refrescó la sangre con un capitán de alabarderos.
Sin hacer un estudio exhaustivo parece que los bastardos han funcionado mejor, como en el caso de Juan de Austria, en el que la sangre fresca de la señora de Bamberg generó un individuo mas valioso que los hermanastros de pura raza.
Así pues creo que las monarquías basadas en dinastías reales, como la que consagra la Constitución Española llevan en sí el germen de su autodestrucción.
El caso de Letizia supone un esfuerzo desesperado por mantener la estirpe lo mas sana posible, con el aporte de sangre plebeya, lo cual pese a lo que diga algún cronista del Hola como Peñafiel no deja de ser un acierto, al menos en el aspecto genético.
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