viernes, 20 de julio de 2018

EN DEFENSA DE LOS PLASTICOS

Parece que desde siempre el ser humano tienen tendencia a sentirse amenazado por algo. Antes podían ser los vikingos, la peste, las brujas, la guerra nuclear... pero ahora que muchas de esas cosas ya han sido superadas hemos encontrado en las bolsas de plástico un nuevo motivo de preocupación.

Basados en la presunta situación catastrófica de nuestros mares, y en unos datos de difícil comprobación, nos anuncian la futura prohibición de las bolsas de plástico. Nos hablan de una isla de plásticos de dos millones de kilómetros cuadrados situada en el Pacifico, que nadie ha fotografiado aun, y nos sugieren que evitemos embalajes y nos pasemos a los productos a granel.

A estos apóstoles de la catástrofe habría que recordarles todo lo que el plástico y el embalaje hace por nosotros: nos garantiza la trazabilidad del producto, informa de la fecha de caducidad, evita contaminaciones, alarga la vida de los productos evitando el despilfarro alimenticio. reduce el peso de los embalajes y el coste del transporte.. Al ver como queda la zona del avituallamiento en las carreras populares, llena de botellitas tiradas al suelo, ¿alguien se ha puesto a pensar lo que pasaría si les diéramos botellas de cristal? ¿No nos acordamos que hace poco tiempo se ha ordenado que el aceite de las vinajeras de los restaurante debe ir envasado para evitar fraudes en el rellenado?

Puede que en Filipinas o China, donde los servicios de recogidas no son tan eficientes como los de nuestros ayuntamientos  muchos de los envases acaben en los ríos y en los mares, pero en nuestras tierras los únicos momento en que se ven grandes cantidades de envases abandonados es tras las fiestas de botellón que hacen nuestros jóvenes, y la verdad lo del plástico  me parece un problema menor comparado con el alcoholismo de la juventud.

Los alemanes hace algún tiempo que ya están con esta paranoia de las botellas retornables. Allí te cuesta mas el envase que el contenido, que luego te es devuelto si entregas el envase para su reciclado, el "Pfand". En la practica sirve también para que los homeless saquen algunos céntimos recogiendo botellas de las basuras y llevándolas a los supermercados para que les den unas monedas.

Los ecologistas nos comentan que alguna ballena se ha atragantado con los plásticos. Pero si alguien debe estar agradecido a los hidrocarburos son ellas, ya que el descubrimiento del petroleo como combustible para las lamparas hizo que se hundiera la industria ballenera en el siglo XIX, salvando a las pocas que seguían vivas.

Sobre el efecto que tienen los restos plásticos, aparte de la posible acción como disruptores hormonales de algunos plastificantes, no he visto que se hayan hecho estudios sobre el efecto de los plásticos como tales en los seres vivos. Yo creo que debe ser mínimo, ya que las parafinas, como su nombre indica, son bastante inertes. Si comemos partículas de plásticos, si son de un tamaño que no pueden pasar las paredes del intestinos, serna expulsadas sin mas con los excrementos.
Si su tamaño fuera tan pequeño como para traspasar las barreras e incorporarse al torrente sanguíneo y a las células tampoco creo que fuesen confundidas con otras moléculas y no se introducirían en ninguna vía metabólica

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